December 15, 2020
La siguiente es una declaración de la ganadora del Premio Ambiental Goldman 2020, Nemonte Nenquimo. Lea la traducción al inglés.
By Nemonte Nenquimo
De niña, me mecía en la hamaca por la noche junto a la fogata y escuchaba cantar a los mayores. Imagínense— todos nosotros, los niños, descalzos y amontonados en la hamaca, bajo el techo de palma, escuchando la historia de nuestro pueblo, que nos cantaban nuestros abuelos.
Antes de tejer con mis propias manos una canasta, ya había escuchado a los ancianos cantar sobre cómo el cacique lomiamarillo enseñó a nuestros ancestros las más elaboradas formas de tejer. Por sus canciones, sabía del conocimiento de los búhos, el espíritu de los jaguares, el significado del arcoíris, cómo hacer la cerámica, el poder de las plantas medicinales, y también entendía sobre los forasteros, los cowori (como les llamamos), y de cómo nuestros mayores caminaron día y noche, cargando lanzas, vigilando nuestro territorio de bosque lluvioso contra los misioneros, los leñadores, los mineros, los petroleros.
No salí de la selva sino hasta los 15 años. No había caminado en calles pavimentadas, ni había visto antes un coche, y casi no conocía palabras en español y mucho menos en inglés. Pero lo que sí sabía es que a mi pueblo el mundo no lo entendía. Los forasteros, los cowori, tenían muchas palabras para describirnos: inocentes, simples, salvajes, ignorantes, tontos, fuertes, audaces, valientes, violentos. Y muchas de estas palabras se usaron para justificar moralmente la explotación de nuestras selvas por los cowori que llegaron a nuestro hogar. Nos veían como ineptos—no merecedores de los cientos de miles de acres de bosque primario que habíamos estado protegiendo durante siglos. En su parecer, necesitábamos “saber” otras cosas—cómo talar nuestro territorio selvático y hacerlo rentable, cómo convertir un milagroso ecosistema forestal en un plan lucrativo.
Ahora tengo 35 años, y soy madre de una niña que se mece en la hamaca como yo lo hacía, junto a la fogata. Puedo ver dos cosas, claramente: que todos estamos conectados, y que todos corremos un gran peligro. Los científicos dicen con distintas palabras lo que los pueblos indígenas hemos dicho durante siglos: No debemos violentar la Madre Tierra. Pero la civilización del hombre blanco no nos ha escuchado. Y ahora nos encontramos todos aquí, juntos, preguntándonos si el planeta Tierra será o no será habitable para las futuras generaciones. Nos enfrentamos a una crisis climática, una pérdida masiva de la biodiversidad, una pandemia global. Sin embargo, los políticos y los jefes de industrias siguen en su afán de lucro y crecimiento económico por encima de todo, hasta la vida misma. Y quieren hacernos creer que no hay otra manera—que sus acciones son inevitables, que el futuro es el “desarrollo” a costa de la naturaleza. Pero, ¿qué significa esto para nuestros hijos?
Estoy recibiendo el Premio Ambiental Goldman de este año debido a la lucha colectiva de mi pueblo por proteger lo que amamos: nuestro modo de vida, nuestras canciones, nuestros ríos, los animales, nuestros bosques, la vida en la Tierra. Juntos, con nuestros aliados de Amazon Frontlines y la Alianza Ceibo, mi pueblo logró detener la venta de cientos de miles de acres de nuestro territorio forestal a la industria petrolera internacional. Uniendo nuestro conocimiento ancestral a las nuevas tecnologías, logramos crear mapas digitales de nuestra selva que mostraron al mundo—y a los gobiernos y las compañías petroleras—el inmensurable valor espiritual, ecológico y cultural de nuestro territorio selvático. Mediante la organización comunitaria e innovadoras estrategias legales, logramos confrontar directamente algunos de los más poderosos intereses del mundo y ganar una victoria legal que no solo protege medio millón de acres de nuestro territorio selvático contra la extracción petrolera, sino que también establece un precedente para que otras naciones indígenas protejan millones más.
Mi sueño es que nuestra historia de resistencia inspire a otros movimientos a lo largo de la selva amazónica y alrededor de todo el mundo a imaginar un camino diferente para nosotros. No nos podemos dar el lujo de que ahora nos falle la imaginación. Hay demasiado en juego.
Los gobiernos y las industrias nos están mostrando que no pueden ver más allá del hueco que están perforando. A pesar del cambio climático y la pandemia global, aquí en la selva amazónica, vemos que los gobiernos planean intensificar la extracción de combustibles fósiles y las operaciones mineras a gran escala. Más destrucción que dará paso a una crisis cada vez más profunda que nuestros hijos tendrán que enfrentar.
Necesitamos transformar nuestra manera de vivir en el planeta Tierra. Tenemos que ser rebeldes y creativos, amables y gentiles—y sobre todo, lo suficiente humildes para confrontar algunas verdades liberadoras: que los ríos tienen vida; que las mariposas tienen sus propias perspectivas; que las plantas tienen sus propios propósitos; que nosotros, los humanos, no somos el centro de las cosas, ni existimos aparte de la naturaleza. Somos igual que los ríos, las mariposas y las plantas. Somos la naturaleza.
Los pueblos indígenas reconocen esto. Nuestra espiritualidad se basa en nuestra interconexión con todos los seres vivos, y en el más profundo principio de respeto: la reciprocidad. Es por eso que hasta hoy en día, a pesar de siglos de desplazamiento y violencia en contra de nuestros pueblos, somos los guardianes del 80% de la biodiversidad de nuestro planeta. Somos solo el 5% de la población mundial, y sin embargo en nuestros territorios, hemos sido capaces de mantener vivos y prósperos los ecosistemas de nuestro planeta Tierra.
Pero el mundo se encoge, las sociedades avanzan deprisa, y las amenazas a nuestro planeta son cada vez mayores. Mis abuelos cantan sobre cómo defendieron nuestro territorio con lanzas y vigilaron los bosques con la cautela y el vigor del jaguar. Pero, hoy en día, no basta con lanzas.
Y es por eso que les escribo ahora desde mi hogar en la selva amazónica de Ecuador para pedirles que se unan a www.AmazonFrontlines.org y nos ayuden a construir un movimiento que tenga el poder de proteger nuestros bosques, nuestras culturas y nuestras canciones—ayúdennos a transformar la manera en que todos, colectivamente, vivimos en la Tierra.